Venciendo el orgullo

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Hace dos años me concedieron una beca para ir a estudiar Turismo a Inglaterra. Me costó mucho esfuerzo que me la dieran y tuve que «hincar codos» en serio. Fueron muchas las horas que pasé antes de irme delante de los libros para sacar la nota que me exigían y poder optar, así, a la Beca. Después, una vez instalada en Birminghan, tampoco cambió mucho la cosa, pues debía sacar una nota media determinada para no perder la beca. No creáis que fue fácil sacarla beca, pues desde mis bien joven he compaginado mis estudios con mi relación con Damián, mi chico; el único del que siempre he estado enamorada, pero también el único que me ha hecho sufrir un montón, pues nuestra relación ha tenido muchos altibajos y uno de ellos, el que creí definitivo, ocurrió antes de irme a Inglaterra…

Mis amigas decían que todo había ocurrido porque Damián no podía soportarla idea de estar lejos de mí y no controlarme. Siempre ha sido muy celoso y este hecho nos ha llevado, muchas veces, a separarnos y cortar nuestra relación. Pero a parte de los celos, existía otro problema: nuestro orgullo. Y éste ha estado a punto de separarnos para siempre…

Venciendo el orgullo

Damián me lo ha hecho pasar muy mal, pues sus celos lo han llevado a ser, incluso, vengativo. La última vez que cortamos —cuatro meses antes de irme a Inglaterra—, él se enrolló con una escort en Valencia —compañera mía en EGB—y no se cortó ni un pelo en pasearse con ella por delante de mis narices y enrollarse a fondo. ¿Y sabéis por qué? Pues porque alguien «bien intencionado» le contó que me había visto con Juanma, un amigo de mi hermano mayor por el que siempre he sentido un sentimiento platónico—no real—, pues él, desde que era una renacuaja, me ha tratado súper bien y eso ha calado hondo en mí. Pero aunque nunca le he contado a Damián estos sentimientos tan míos hacia Juanma, tampoco le he ocultado nuestra amistad y el interés que él siempre ha mostrado por mis cosas, lo cual ha provocado siempre su sarcasmo hacia él: «…ése lo que quiere es hacérselo contigo, Lorena—me decía siempre—, pues un tío que va de amigo siempre espera hacérselo con la tía». Así que ante la duda de lo que pudiera haber pasado con Juanma, él se lo montó con Carla delante de mí y de los del grupo para lavar su «honor». Imaginaos cómo se me quedó el cuerpo: ni tan siquiera se dignó a pedirme explicaciones para ver qué había pasado con Juanma, con quien quedé para comprar un regalo para mi hermano. Nunca le he puesto los cuernos a Damián, ésa es la verdad. Por eso, ese día me juré que no volvería nunca más con él, que para mí él era ya pasado. Me hizo mucho daño: demasiado para olvidarlo y excesivo para mi orgullo. Me propuse hacer «borrón y cuenta nueva», pues tampoco me apetecía continuar una relación con él en la distancia, teniendo en cuenta su personalidad.

Fui de dura conmigo y llegué a auto convencerme, conscientemente, de que había olvidado a Damián y de que ya no sentía nada por él. Y aunque lo de él con Carla fue cuestión de una semana, yo empecé incluso a salir con otro grupo para pasar más. Pero, en el fondo, cada vez que alguien hablaba de él, el corazón me daba un vuelco; también se me aceleraba cada vez que nos topábamos ¿por casualidad?: en esas ocasiones, evitaba mirarlo directamente a los ojos y él también; a duras penas sabíamos qué decirnos, intentábamos disimular, ir de amigos, pero la naturalidad brillaba por su ausencia, sobretodo en la despedida, pues era un corte total…

UN MENSAJE AL MÓVIL

Él también sabía sobre mí: lo cierto es que estaba bien informado, pues Tania, una de mis mejores amigas y también muy amiga suya, lo mantenía al corriente de mis movidas. Y fue ella quien una semana antes de irme lo puso sobre aviso… Y ocurrió: cuando menos lo esperaba recibí un mensaje suyo en el móvil y aunque creía estar inmune a Damián, mi corazón saltó de mi pecho cuando leí su mensaje: «Lore: t.amo, t.amo! Kiero vert. Dim k sí…». No contesté su mensaje sino que lo llamé para preguntarle qué significaba aquello y él sólo me respondió que era un estúpido, que se había dado cuenta de cuánto me quería y que no soportaba la idea de perderme. Sus palabras me llegaron a lo más profundo de mi alma, agitaron profundamente mi corazón y mi vida y no pude negar la evidencia: que yo también sentía exactamente lo mismo que él, que también lo quería y que, a pesar de mis esfuerzos, no había conseguido arrancármelo del corazón: sólo mi orgullo me había impedido todo el tiempo ir hacia él. Pero en ese momento, mi orgullo se diluyó yya sólo deseé fundirme en sus brazos y sentir el calor de su aliento y sus besos.

Y lo sentí: quedamos y, en mitad de la calle, como dos locos poseídos, nos abrazamos y besamos sin que nos importara nada más. Teníamos que recuperar el tiempo perdido, pues nos quedaba poco… así que Damián me dijo: «Lorena, deseo hacer el amor contigo, ¿quieres que lo hagamos?«. Aquella iba a ser mi primera vez como una putilla. Fui consciente en aquel mismo momento, pero esta realidad no supuso ningún obstáculo, ninguna barrera para mí y decidí dar ese paso decisivo en mi relación con él: quise dejar de ser virgen con Damián, con el único chico que siempre me había importado de verdad.

Hicimos el amor en casa de un amigo, nos dejó la casa y fue maravilloso, sobre todo porque la barrera del orgullo que hasta ese día me había impedido dar un paso hacia él, en ese momento no existió y pude amarlo, entregarme a él en cuerpo y alma y decirle y expresarle todo mi amor, mi cariño y las mil sensaciones de placer que me hizo sentir a lo largo de aquel acto, que fue tal y como yo siempre había imaginado: hubo un pequeño dolor y expulsé un poco de sangré, pero eso no impidió que me uniera a él profundamente. Me llevé su energía, la esencia de sus caricias en mi piel y su amor a Inglaterra: no cortamos nuestra relación y ahora sé que ese acto maravilloso nos unió más que nunca y consolidó y fortaleció nuestra relación.

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