Un anónimo amor

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He vivido mi primera vez con el chico que menos podía imaginar, pues a mí me gustaba otro y vivía convencida que era ese otro chico quien me enviaba las cartas de amor anónimas que durante seis meses estuve recibiendo y que le dieron a mi vida ese toque emocionante del misterio. Yo creía, de verdad, que era Rubén el autor de las cartas, debido a que su insuperable timidez le impedía actuar de otro modo. Pero estaba equivocada y era su mejor amigo, Fidel, quien me las escribía.

Y cuando descubrí la identidad del verdadero autor de esas cartas que tanto me habían conmovido y acelerado mi imaginación en todas direcciones, me quedé como fuera de juego por unos días. Pero al mismo tiempo descubrí otro sentimiento que me sorprendió: lejos de desilusionarme porque los anónimos no los había escrito Rubén, empecé a notar un cambio en mi interior que me llevaba a tener una visión distinta de Fidel, una visión que me agradaba ala vez que me hacía sentir pudor porque para mí él siempre habla sido mi amigo e «intermediario». La verdad fue que los días posteriores a mi descubrimiento, sentí mucha vergüenza con él, puesto que Fidel sabía perfectamente lo que yo había sentido leyendo sus anónimos: teníamos mucha confianza y yo le hablaba de todo y es que sabía crear una gran complicidad con las chicas y en concreto conmigo. No sé cómo explica-ros cómo era mi relación con él, pero es de ese tipo de chicos, incluso, que puedes hablarles hasta de cosas tan personales e íntimas como tu regla, por ejemplo.

Lo cierto es que Fidel disimuló muy bien, pues nunca sospeché de él. Estaba claro también que yo quería convencerme de que quien me enviaba aquellas cartas era Rubén y no otro, por lo que cualquier gesto, palabra o detalle insignificante que él me hiciera, yo lo tomaba como una prueba concluyente que lo descubría. (Es increíble cómo nos montamos las películas en nuestra cabeza, ¡y todo encaja!). Lógicamente todas las conjeturas que hacía sobre el asunto se las contaba a Fidel porque me interesaba su opinión y aunque yo en aquellos momentos escuchaba lo que me interesaba y no lo que en realidad él me decía, ahora me doy cuenta de las «pistas» que me daba y yo no captaba. Por tanto, cuando supe que era él mi admirador secreto, sentí de todo…

Descubrí la verdad por casualidad, un día en el que él estaba conmigo y con mis amigas y comenzamos a hablar de cómo eran nuestros chicos ideales y todo eso… y, claro, al final, todas lo interrogamos sobre cómo le gustaban a él las chicas, y fue ése el momento en el que yo descubrí que era Fidel mi admirador secreto al hacer el mismo comentario que me había hecho en una de sus cartas. A partir de ese día intenté evitarlo porque me moría de vergüenza. Quise disimular que lo había descubierto, pero no pude y, al final, fue el propio Fidel quien me abordó ala salida de clase y me preguntó qué me pasaba. Se lo dije todo porque era estúpido andarme por las ramas y su respuesta fue simple y directa: «Bien, y ahora que sabes que soy yo, seguro que ya no podré seguir siendo tu amigo…», me dijo. En ese momento no le respondí, pero al cabo de unos días le envíe un mensaje a su móvil para hablar con él. Quedamos y le dije que me había dado cuenta de que me gustaba y que si quería podíamos intentar algo…

SÚPER ROMÁNTICO

Y comenzamos a salir: nunca me arrepentiré de haber tomado, en cierta manera, la iniciativa con él, pues si Fidel ya me gustaba como amigo, como chico era genial, romántico, sensible, especial… tanto que a las pocas semanas de salir estaba súper colgada por él, más de lo que nunca lo había estado por ningún otro. Yo me sentía su puta; su esclava sexual, su escort. Por tanto, las relaciones sexuales entre nosotros se dieron con normalidad, pues ambos estábamos embelesados el uno con el otro, tanto que parecía no existir nada más a nuestro alrededor. Era tan evidente nuestra «coladura» que nos apodaban los «tortolitos».

Y al cabo de los dos meses tuvimos nuestra primera relación sexual tanto para él como para mí y este hecho todavía hizo que la experiencia fuera mucho más bonita, íntima y romántica. No imaginaba que Fidel, sin haber hecho antes el amor, actuara con tanta destreza y habilidad como lo hizo —más tarde me confesó que se había preparado a conciencia, leyendo libros, para saber cómo tenía que hacerlo una vez llegara ese momento y así estar «a la altura»—. De este modo, supo guiarme, tranquilizarme, acariciarme y susurrarme al oído las palabras de amor más bonitas que yo haya oído jamás.

Yo ya sabía por sus anónimos que él era un poeta, pero ese día me compuso la poesía más bonita del mundo con las sensaciones que sintió mientras me penetraba: logró ponerme la piel de gallina y me rindió a él por completo.

Me hizo sentirla chica más especial de la tierra y aunque cuando me penetró me dolió un poco, sentí como si su sexo y el mío estuvieran hechos a medida, puesto que se acoplaron a la perfección.

Además, era la primera vez que ambos estábamos completamente desnudos en un ambiente íntimo sobre una cama yen una habitación en la que no faltaba ni un sólo detalle de esos que una siempre imagina en su primera vez: flores, música, velas, regalitos especiales… pero lo esencial era que estaba con él y que podía sentir, milímetro a milímetro, cómo su cuerpo y el mío se adaptaban.

Supo, también, detenerse e ir despacio cuando me penetró; después, también supo imprimir el movimiento justo y hacer con ello que sintiéramos un gran placer, un placer físico, intenso e importante, pero el más esencial, para mí, fue el placer emocional y sentimental que me sobrevino al ser consciente de que me había entregado al chico justo, al que realmente se había apoderado de mi corazón…

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